Tras la tradicional oración del Angelus, el sumo pontífice rindió homenaje a esas "personas de diferentes países que buscaban una vida mejor", masacradas entre el 22 y 23 de agosto de 2010 en el municipio de San Fernando (estado Tamaulipas, noreste).
"Expreso mi solidaridad a las familias de las víctimas que todavía hoy invocan justicia y verdad sobre lo sucedido", expresó.
"El Señor nos pedirá cuentas de todos los migrantes caídos en los viajes de la esperanza. Han sido víctimas de la cultura del descarte", agregó el papa Francisco, gran defensor de los derechos de los migrantes en el mundo.
Según la versión oficial, el crimen ocurrió a menos de 150 km de la frontera con Estados Unidos, destino final de los 58 hombres y 14 mujeres originarios de Guatemala, Honduras, El Salvador, Ecuador, Brasil e India.
De acuerdo con las autoridades mexicanas, los migrantes fueron secuestrados por el cartel de Los Zetas y llevados a un rancho donde se les quiso obligar a trabajar para el grupo, pero al negarse los mataron.
Sus cuerpos tenían las manos atadas a la espalda y algunos presentaban señales de tortura.
Nueve cadáveres permanecen en el Instituto de Ciencias Forenses de la Ciudad de México aún sin identificar.
En México también se realizaron varios actos por el décimo aniversario de la matanza, en los que se pidió justicia para las víctimas y sentencia para los culpables.
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