Dean, que había sido despedido tras informar de graves problemas con los componentes del Boeing 737 MAX, se enfrentó a un rápido deterioro de su salud tras contraer la infección. Su familia informó que a pesar de los esfuerzos médicos, el estado de Dean empeoró rápidamente, cubriendo sus pulmones y llevando a los médicos a considerar amputaciones, las cuales fueron descartadas debido a su debilidad.
Dean no fue el único que murió tras exponer fallas en Boeing. John Barnett, otro denunciante, fue encontrado muerto en marzo en circunstancias sospechosas después de testificar sobre las represalias que sufrió por parte de la empresa.
Estas muertes se producen mientras Boeing continúa enfrentando intensas investigaciones regulatorias y desafíos legales por cuestiones de seguridad con sus aviones, especialmente el modelo 737 MAX, que ha estado en el centro de accidentes fatales en los últimos años.
Además de las impugnaciones legales y las investigaciones, Boeing anunció cambios significativos en su liderazgo, con la salida prevista del director ejecutivo Dave Calhoun a finales de año. La muerte de los denunciantes añade otra capa de crisis a la empresa, que está luchando por restaurar su reputación y confianza ante el público y los reguladores.
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