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/ 2022-05-22 / Visitas: 699
"Aún podemos evitar que el Estado sea tomado totalmente por el narcotráfico"
Para frenar su poder, se necesitan acciones sociales y políticas urgentes porque corrompe a sectores que ocupan cargos de responsabilidad en las instituciones. Hay que rehacer el tejido social, dice monseñor.

El Paraguay necesita con urgencia signos de esperanza de quienes tienen responsabilidad ante la sociedad, opina el arzobispo de Asunción, quien habla de encarar entre todos como misión recuperar los valores sociales. Adalberto Martínez dice que el Paraguay necesita de “nuevos próceres patriotas” que asegura existen. “Conozco a muchos ciudadanos y ciudadanas de bien, dispuestos a poner su talento, su tiempo y sus recursos al servicio del bien común”, afirma. Con ellos se necesita tejer redes, articularse y trabajar en alianza para converger en una mayoría significativa, que pueda incidir en los cambios profundos que requiere el país, sostiene.

–En su mensaje durante el tedeum, la semana pasada, usted advirtió que “la patria soñada puede convertirse en una pesadilla”. ¿Qué puede implicar esa pesadilla y cuál es la patria soñada que está comprometida hoy?

–En la patria que soñamos y necesitamos, el bien común debe imperar sobre las facciones e intereses de personas o de grupos de poder económico y político. En ella, la paz debe ser fruto de la justicia, de la equidad social, de oportunidades para el desarrollo humano integral de todos sus habitantes. Es una patria que se construye sobre la base de la dignidad de las personas, con respeto irrestricto a los derechos humanos fundamentales, comenzando por el respeto al derecho a la vida en todas sus etapas.

La acción impune del crimen organizado, que ya ha costado vidas humanas, y sus ramificaciones en sectores de poder económico y político, sobre todo en relación con el narcotráfico y el lavado de dinero, está convirtiendo en pesadilla la patria soñada.

–¿El Paraguay está camino a convertirse en un narcoestado o ya reúne las características para ser calificado de ese modo?

–Confío en que estamos a tiempo para evitar que el Estado sea cooptado totalmente por el narcotráfico. En este sentido, es urgente iniciar un proceso de diálogo social tendiente a establecer consensos básicos y una concertación de voluntades de los actores políticos y sociales, que permitan articular medidas para vigilar, minimizar y erradicar la influencia del narcotráfico en las estructuras del Estado.

Estamos a tiempo, pero en un punto y momento crítico de la vida nacional. Se necesitan acciones sociales y políticas urgentes para frenar el poder del narcotráfico que inficiona y corrompe a sectores que ocupan cargos de responsabilidad en las instituciones de la República.

–La debilidad de las instituciones democráticas hace que estas sean permeables al crimen organizado. ¿Cómo reencauzarlas y ponerlas al servicio de la República y no de los oscuros poderes fácticos?

–La calidad de la democracia depende de la calidad de los partidos y movimientos políticos, y estos dependen de la calidad moral e intelectual de sus líderes y de la ciudadanía que los apoya.

Decíamos en nuestro mensaje del 15 de mayo que los actores sociales y políticos, en especial los cristianos, deben converger, en una mayoría significativa, en torno a algunos valores y objetivos centrales que permitan trazar un camino hacia un proyecto país coherente que mude las condiciones actuales de vida en una sociedad más justa.

El gran desafío es afrontar la realidad difícil de la sociedad, cada vez más violenta, desde la fe en Cristo de los bautizados en el mundo. Si bien nos dirigimos prioritariamente a los bautizados, la tarea del bien común es de todos, sin distinción de credo religioso ni partidos políticos. Es una exhortación a todas las personas de buena voluntad, ciudadanos de bien que están llamados a ser parte de una cruzada nacional para el saneamiento moral de la nación. Esta es una tarea urgente e impostergable.

–Ante la corrupción e impunidad, males endémicos del país, ¿qué se puede esperar de instituciones como la Fiscalía y Poder Judicial, que actúan sometidos a sectores políticos poderosos?

–Para responder, me permito retomar algunos puntos de una carta que los obispos del Paraguay dirigimos a los poderes del Estado y al Ministerio Público en agosto del 2012 y que tiene plena vigencia.

Entonces habíamos expresado que los informes de organismos internacionales y la percepción de la ciudadanía paraguaya destacan que la corrupción y la impunidad tienen un alto índice que afecta la credibilidad del sistema de justicia. La Corte Suprema de Justicia, sus miembros, individualmente y como cuerpo, tienen el deber ético de mostrar a la ciudadanía que están comprometidos a cumplir con su competencia constitucional o, en caso contrario, someterse voluntariamente al juicio de sus responsabilidades.

La Corte debe actuar con firmeza con los jueces corruptos y debe evitar someterse a la fuerza de los grupos de poder o a estructuras mafiosas que frustren el deber de impartir justicia.

–¿Y con respecto al Ministerio Público?

–Los obispos consideramos que requiere una acción decidida y de calidad a favor del bien común. Este órgano debe reflexionar profundamente sobre su actuación en el cumplimiento de sus deberes constitucionales. Existe la percepción de que falta una acción firme y articulada de la propia institución para impulsar la investigación de los grandes escándalos (narcotráfico, lavado de dinero, tráfico de influencias, entre otros) en las esferas públicas o de grupos de poder del sector privado. Así también, se percibe una gestión deficiente y falta de firmeza en el manejo de las denuncias que se presentan en los despachos fiscales.

Esto obliga al Ministerio Público a extremar los recursos para que la ciudadanía perciba su independencia y su libertad de acción efectiva.

La corrupción social es un pecado grave. Es urgente que los cristianos que ocupan cargos de responsabilidad en la función pública, en general, y en el Poder Judicial y en el Ministerio Público, en particular, hagan un profundo examen de conciencia.

–¿Qué tanto está comprometido el tejido social?

–Está muy comprometido. Es alto el nivel de corrupción y de impunidad, por un lado, y la inseguridad amenaza la vida y los bienes de las personas, ya sea por la acción del crimen organizado, ya sea por la acción de la delincuencia común, como fruto de una implosión social causada por la exclusión y la marginalidad.

Por ello, repito, es urgente impulsar una cruzada nacional para rehacer el tejido social y moral de la nación con la participación y el compromiso de todas las personas de buena voluntad que quieren trabajar por el bien común.

–¿Qué mensaje deja a la gente con respecto al proceso electoral en marcha hacia el 2023 para elegir nuevo gobierno?

–Exhorto a la ciudadanía que siga con atención no solo el discurso o la propuesta de los que se presentan para acceder a los cargos electivos, sino sobre todo que se fijen en sus acciones, en sus antecedentes en su vida pública y privada, en las posibles fuentes de financiación de su campaña electoral, en los grupos que integran, en las personas de las que se rodean. En definitiva, que se fijen en su conducta, en la coherencia entre lo que dicen y lo que hacen.

El voto es el poder ciudadano, como mandante, para aprobar o reprobar a los mandatarios, los que ocupan cargos electivos, evaluando su conducta en función del servicio al bien común de la nación. Hay que cumplir con el derecho y el deber de votar y elegir.

Es urgente un diálogo social para vigilar, minimizar y erradicar la influencia del narcotráfico en las estructuras del Estado.

La calidad de la democracia depende de la calidad moral e intelectual de los líderes y de la ciudadanía que los apoya.




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