Brasil, que se enfrenta a su brote más letal desde la gripe española de hace un siglo, notificó sus primeros casos del nuevo coronavirus a finales de febrero. El virus tardó tres meses en matar a 50.000 personas, y solo 50 días para matar a las siguientes 50.000.
Bajo la dirección del presidente Jair Bolsonaro, que ha minimizado la gravedad de la epidemia y se ha opuesto a los confinamientos impuestos por las autoridades locales, los brasileños, que protestaron todas las noches desde sus ventanas en los primeros meses del brote, se enfrentan a este sombrío récord encogiéndose de hombros.
“Deberíamos vivir en un estado de desesperación, porque esta es una tragedia como una guerra mundial. Pero Brasil está bajo anestesia colectiva”, dijo el doctor José Davi Urbaez, miembro de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas.
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