Es que, a no ser que se cambie nuestro actual código electoral, el sistema seguirá produciendo más sorpresas electorales que luego de ser electas pasarán de una carpa a otra sin mayores empachos. Total, la ausencia del mandato imperativo parece permitirlo todo, incluso que senadores con menos de 10 mil votos hoy se emancipen como dueños legítimos y soberanos de sus bancas, haciendo pito catalán al resto de la lista que salió a pelear cada voto en campaña y ni que decir a los simpatizantes de éstas que votaron confiados pensando que lo hacían por opciones de verdadero cambio.

Así las cosas, una vez experimentada la impunidad ética y moral que poseen estas operaciones para el 2028 uno ya se puede imaginar algunas candidaturas que no tendrán mucho problema en llegar por la divisa que fuera, para luego migrar hacía las siempre atractivas mieles del poder.

El sistema ya está probado y funciona, así que ahora ya se trata simplemente de infiltrarse en partidos y movimientos menores o inventar nuevas opciones para llegar y luego huir raudamente hacia donde “ya estarán mejor”.

Así ocurre no solamente con los tránsfugas, -cuya definición por parte de la RAE le asigna en su segunda acepción: “Persona que abandona una organización política, empresarial o de otro género, para pasarse a otra generalmente contraria”, sino con toda su parentela, principalmente hijos, cónyuges, amantes y demás deudos, que asegurarán de esta manera múltiples nombramientos, comisionamientos o contrataciones en las más diversas y apetecibles posiciones laborales del Estado.

“El Estado es demasiado grande, siempre va a haber lugar para todos”, se suele escuchar en campañas electorales, sobre todo cuando se intenta seducir a aquel electorado indeciso que no tiene problemas de entregar su voto a cambio de promesas de un mejor futuro.

El problema es que en realidad cada vez hay menos lugar y los comensales son muchos, por lo que solo queda el recurso de agrandar el pesado aparato estatal, hasta que lo reventemos de tanta prebenda y distribución a discreción de unos cargos en los que no se pide ningún tipo de preparación.

Así las cosas, no olvidemos que siempre se puede estar peor, y a juzgar por el proyecto político actualmente en ejecución, el actual equipo planea una permanencia a largo plazo en el Palacio de López y en Mburuvichá Roga. Lo único que cambiará serán los rostros de algunas figuritas atractivas, que no tardarán mucho en traicionar votos y promesas de cambio por un lugar en el abrigado refugio de los que manejan la totalidad del país.

MF